Desigualdad Social y Sustentabilidad​

Desigualdad Social y Sustentabilidad

Carolina Rojas

Las consecuencias del modelo económico dominante se han traducido en una serie de crisis multidisciplinarias que exigen un cambio social, económico y político que incida en una sociedad más justa y en un medio ambiente sano. Como alternativa, la sustentabilidad busca reparar esas injusticias socioambientales que continúan agravándose con el tiempo; promoviendo la equidad social intra e intergeneracional y la conservación y restauración del medio ambiente. Por lo tanto, es importante enfatizar que, el fin último de la sustentabilidad es el bienestar de todo ser humano en su compleja y dinámica relación con el entorno.

El sistema económico ha resultado en el aumento en el deterioro ambiental y en la brecha entre ricos y pobres. Los datos son claros al mostrar una evidente crisis de desigualdad social en el mundo y en México; en el reciente Informe sobre la Desigualdad Global 2018, se mantiene el manifiesto de que 1% de la población recibe el doble de ingresos que la suma del 50% de la población mundial más pobre; resaltando que  “el 27% del crecimiento mundial ha quedado en manos del 1% más rico, mientras que la mitad de la población más pobre solo recibió el 12%” (Vázquez et al, 2018). En México la desigualdad es más notoria ya que sólo las 10 personas más ricas del país tienen la misma riqueza que el 50% más pobre de México” (Vázquez et al, 2018). Enfatizando que, en el 2018, las 4 personas más ricas representaban el 10% del Producto Interno Bruto (PIB) (Merino, 2018).

Esta problemática, de acuerdo con Castañeda, resalta dos componentes principales de la desigualdad: una desigualdad interna de los países que va en aumento en todo el mundo, y una desigualdad mundial que parece estar disminuyendo: “este segundo componente se debe al proceso de convergencia de las economías, mientras que el primero obedece a condiciones tanto económicas como políticas que permiten la existencia de grandes desigualdades.” (Castañeda, 2015). Esta realidad social ha de ser confrontada desde un modelo de desarrollo sustentable, argumenta Morales (2004) “que la sustentabilidad es una lucha de la humanidad por restaurar, primero, el equilibrio entre los fenómenos sociales y los humanos y, luego, entre estos fenómenos y los procesos naturales,” pero debido a que la relación del ser humano con la naturaleza es de dependencia, no se puede resolver una sin resolver la otra.

México es el país de la OCDE con mayor desigualdad; donde el 20% gana 10 veces el salario de los más pobres (2020), donde vive el hombre más rico de América Latina junto con 52.4 millones de personas en situación de pobreza.

Para poder terminar con la pobreza se requieren abordar todas las estrategias desde el enfoque de sustentabilidad, donde se asegure la equidad. La sustentabilidad debe hacerse práctica desde la economía, entendiéndola con su estrecha relación con la naturaleza, seguir desarrollando acciones para el cuidado ambiental que se enfoquen en reducir la pobreza. Las experiencias alrededor del mundo han demostrado que los programas ambientales han resultado en la reducción de pobreza; programas como los pagos por servicios ambientales (bonos de carbono), infraestructura verde (Soluciones basadas en la Naturaleza) y la generación de energía alternativa, entre otros.

 Entendiendo los datos expuestos y de acuerdo con Oxfam en su publicación México Justo: Propuestas de políticas públicas para combatir la desigualdad (2018), el actual modelo económico de México es excluyente y beneficia sólo a las élites económicas, es decir que produce pobreza y miseria para muchos y favorece la acumulación de la riqueza para pocos, siendo este un fenómeno global y creciente (Morales, 2014). El vínculo entre la desigualdad social y la sustentabilidad se presenta incluso desde lo institucional; el primer objetivo de desarrollo sustentable de la ONU, de manera casi utópica, es terminar con la pobreza en todas sus formas en todas partes y  define la pobreza como la falta de ingresos y recursos para garantizar un sustento sostenible, incluyendo sus manifestaciones como el hambre y la malnutrición, el acceso limitado a la educación y otros servicios básicos, la discriminación, la exclusión social y la falta de participación en la toma de decisiones, y afirma que el crecimiento económico debe ser incluyente para proporcionar empleos sostenibles y promover la igualdad.

La actual crisis ambiental, derivada de este modelo de desarrollo, se refleja en el deterioro de los ecosistemas, cambio climático y pérdida de biodiversidad. Esta problemática tiene repercusiones económicas y sociales que afecta principalmente a la población más pobre ya que son las más vulnerables a los desastres y a la pérdida de servicios ambientales porque generalmente se concentran en zonas ambientalmente frágiles. El Banco Mundial (2015) expone que el cambio climático repercute más en los pobres, quienes viven en áreas vulnerables con la menor cantidad de recursos para ayudarlos a adaptarse o recuperarse rápidamente de los impactos negativos que esto ocasiona, además afirma que a medida que los efectos del cambio climático empeoran, escapar de la pobreza se vuelve más difícil. En esta estrecha dependencia del ser humano con la naturaleza, cualquier daño sobre la naturaleza terminará causando daño al ser humano, “el impacto de los desastres sobre las personas y sus medios de vida, el capital productivo, y la infraestructura social y económica es costoso en términos de vidas, crecimiento económico sacrificado y empuja de nuevo hacia la pobreza a poblaciones en situación de vulnerabilidad” (Martin et al., 2017).

La relación entre la desigualdad social y la sustentabilidad es tan estrecha como nuestra dependencia con la naturaleza. El actual modelo de desarrollo occidental ha provocado un desequilibrio que nos ha distanciado en la relación entre humanos y entre humano-naturaleza provocando inequidad social y deterioro ambiental. Se requiere de un cambio, de una alternativa desde la sustentabilidad para guiar nuestras acciones, no desde el desarrollo enfocado en el crecimiento económico, sino en el de aumentar la calidad de vida de las personas a través de una relación armoniosa con su entorno. Es importante hacernos conscientes de que somos parte del problema, ya que nuestras formas de consumo están inmersas en el actual modelo de desarrollo. Al final, el que menos consume es el más afectado por los daños ambientales de quienes consumen más.  Es importante enfocar nuestras acciones a favor de la reducción de dicha desigualdad porque nuestro bienestar está estrechamente ligado con los otros y con el entorno en el que vivimos; el enfoque de sustentabilidad deja de ser opción, para ser ahora un eje de acción, el cual tiene como objetivo principal el bienestar del ser humano, entendiéndolo como un conjunto complejo, dinámico y dependiente de una cohesión social y ambiental.

Bibliografía

Bibliografía

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Vázquez, D. A., Delgado, M. D., & Jaramillo, M. (2018). México Justo: Propuesta de políticas públicas para combatir la desigualdad. Recuperado de Oxfam Méxicohttps://www.oxfammexico.org/sites/default/files/Informe%20Me%CC%81xico-DAVOS-reducido.pdf